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El Mensajero del Dios es una obra que quizá viene arrancada de la necesidad de encontrar en la imaginación, ese recurso que nos promueve la lectura, ese aliciente a la fantasía, de encontrar un agregado ficticio que abone un poco más a nuestro deseo de creer en un mundo místico, inmaterial, con personajes que observan discretos nuestro acontecer cotidiano y que a la vez, nos revele que tenemos necesidad de sostener condiciones de amor entre los seres humanos y adicionarlo con la esperanza de una vida mejor.

La actitud humana es cambiante, es diversa y se modifica a la par de sus necesidades. A veces culpamos a Dios de nuestros propios actos, de los actos de segundos y de terceros; sin embargo, no reparamos que así como nosotros somos responsables de nuestras decisiones y de sus consecuencias, haciendo acopio de nuestras libertades mundanas, lo mismo ocurre en el actuar de nuestros semejantes que a veces perjudican a los demás y en el peor de los casos, hacen infelices entre otros a lo que más se ama.

En -El Mensajero de Dios-, me nace llevar al lector a presenciar algunos ejemplos de la convivencia humana, aquellas donde se conjugan el amor y el desamor, el aliento y el desaliento y a reflexionar que aunque no se tengan respuestas inmediatas -No Estamos Solos-. La vida terrenal que gozamos tiene tan solo la equivalencia de un rápido parpadeo respecto a la eternidad que nos promete el Padre Nuestro.

Y qué mejor ejemplo, que quién nos lleve a transitar por ese mundo imaginario, donde todos quisiéramos ser invisibles a los hechos, sea un personaje que durante su vida en la tierra, se caracterizó por su condición de ermitaño, entregado a vivir imitando las carencias del Cristo crucificado.

El Mensajero de Dios, la escribí atendiendo una petición del menor de mis hijos, aunque no soy asiduo a escribir por encargo, a mis lectores puedo asegurar que las vivencias descritas en esta obra, se fueron entretejiendo en mis sueños, como un dictado de los problemas que debía abordar y el desenlace que habrían de tener. Espero sea de su agrado


El Autor.

 

EL MENSAJERO DE DIOS

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